Capítulo 2: La Santa y el Padre.

Parte 3:
Era un sacerdote, no había duda. Delgadas cadenas de plata sujetaban su cintura con fuerza, los extremos que colgaban brillaban de forma molesta con la luz de la luna.
Me quedé estupefacto mientras me miraba. Él comenzó a hablar en voz baja a la Santa detrás de él.
— ¿Está herida, mi señora?
— ¡Pa-padre…!
Él era un hombre esbelto con rasgos delicados y hermosos, y cabello verde esmeralda perfectamente cortado a la altura de la mandíbula.
Si este hombre fuera a algún pueblo en las afueras, seguramente convertiría a los incrédulos haciéndoles asistir a las misas regular-mente soltándoles solo un único sermón.
Y por supuesto, mi desprecio por este hombre iba en aumento. Después de todo, tal como estaba, ese clérigo casanovas estaba intentando matarme usando esa arma ridículamente loca.
Siendo mi oponente un sacerdote, endurecido por la batalla y empuñando una "herramienta agrícola" como arma, ya no había ninguna duda.
— ¡Un árbitro de "Dea Ignis"…! Es un honor ser capaz de conocer a un miembro de la famosa 'Iglesia' que comanda escuadrones de asesinos.
El médico de la taberna dijo algo sobre que habían mandado a miembros de Dea Ignis a investigar a la Santa que gobernaba en la Ciudad Santa de Arcadia, dada la situación, no había duda de que este sacerdote era uno de ellos.
—Pero has malentendido las cosas. Yo no trataba de hacerle nada a la Sant-
—Arrepiéntete. Intentabas posar tus sucias manos en aquello que debe permanecer inmaculado, incluso una de las cosas más inmundas del mundo como tú… Ora para que la Diosa te muestre misericordia…
No está escuchando nada de lo que le digo. Es por esto que los clérigos son tan…
—Perece.
Desenvainé mi espada para bloquear el fugaz ataque de la hoz del clérigo.
Está yendo con todo para matarme. No solo eso, al contrario de la impresión que daba su apariencia, era increíblemente fuerte. Si no tuviera los reflejos de un caído, me habría decapitado.
¡Jode-! ¡Tú eres el único que debería morirse, sacerdote asesino loco de las peleas! ¡Y escucha a los demás cuando te hablan!
— ¡Mercenario! Yo-
¡Zero, no! ¡No hagas nada… nada en absoluto!
Si el sacerdote descubría que Zero era una bruja, las cosas estarían extremadamente peor. Zero podría probablemente acabar con él con su magia, pero matar a un clérigo ante la Santa significaría problemas.
Dicho eso, también me gustaría evitar que me matase. Lo cual significaba que me tocaría pelear con todas mis fuerzas, pero no había una garantía absoluta de que pudiera ganar.
Me estaba enfrentando a un asesino de Dea Ignis. Incluso si le vencía, matarle implicaría que la mano de la Iglesia iría a por mi benefactora, Zero. Para evitarlo también tendríamos que matar después a la Santa y su asistente para acabar con los testigos. Pero, si matábamos aquí a a la Santa…
¿Qué podíamos hacer? Quería que el clérigo bajase su arma, pero yo era un caído, y el un sacerdote. Estábamos destinados a ser enemigos.
— ¡Padre, deténgase por favor! ¡Está cometiendo un error, ese hombre no es un enemigo!
Un rayo de esperanza apareció del lugar menos esperado.
El sacerdote, que me estaba mirando lleno de odio, se giró para observar a la Santa y se alejó.
Pero no era una retirada.
Él sabía que yo ganaría si manteníamos la competición de fuerza, así que mantuvo las distancias.
…Yo todavía sentía como si hubiese una cuchilla en mi garganta. Era su sed de sangra…
—…Mi señora. Es un repugnante caído. No es necesaria la compasión con él.    –Dijo el sacerdote. La Santa gentilmente posó la mano en la hoz del sacerdote.
—Por favor padre… realmente lo está malinterpretando.
Al escuchar la voz implorante de la Santa, la expresión del sacerdote se suavizó y, a regañadientes, bajó su hoz. La Santa exhaló un suspiro de alivio y me miró.
—Usted… nos salvó, ¿no es cierto? Usted fue quien lanzó los cuchillos, ¿verdad? Si no hubiera venido a nuestro auxilio, ahora estaríamos…
Las lágrimas brotaban de sus ojos, y caían con fuerza.
—Mi señora... mis más sinceras disculpas. ¡Tal cosa ocurrió bajo mi vigilancia, nada menos...! –El sacerdote habló con profundo pesar en su voz, y había bajado por completo su arma. Con un movimiento, la hoja curiosamente grande y curva se dobló, convirtiendo la guadaña gigante en una vara de una longitud decente.
Los miembros de la iglesia sí que tienen algunos juguetes interesantes, huh…
Fuese como fuese, parecía que estábamos a salvo. Aparentemente, el sacerdote ya no quería convertirme en carne picada, y los bandidos nunca habían sido algo por lo que valiese la pena preocuparse. Con cuchillos atravesando de sus pies, lo eran aún menos.
Incluso el bandido restante, del que el clérigo se encargó, parecía saludable aparte de un corte superficial en el pie.
¿Eso significaba que yo era el único al que trataba de matar?
Mostro misericordia a los bandidos, los culpables, mientras a mí intentó matarme solo por estar presente… debía de tener un rencor personal contra los caídos, por ejemplo desprecio o simplemente odio irracional…
De cualquier manera, probablemente no debería guardar mi espada. Parecía que podría matarme en cualquier momento.
— ¡¿Mercenario, estas bien?!
Zero corrió hasta mí, saltando repentinamente a mi cuello.
Con ella tirándome del pelo, no tuve más remedio que inclinarme.
— ¡No me tires del pelo, idiota! ¡Ow!
—Ah… lo sabía. Estas herido.
— ¿Qué?
—Tienes una herida en el cuello.
—No es posible. –Me pasé la mano por el cuello.
La hoja de la hoz pasó muy cerca, pero estaba convencido de que la había bloqueado.
Sin embargo, en efecto tenía un corte. Sentí la viscosa sensación de la sangre en la punta de los dedos.
Me cortó aunque lo había bloqueado, huh. La guadaña estaba curvada, por lo que su punta podría haberme rozado. En el momento en que lo noté, el corte comenzó a picar. Ligeramente chasqueé lengua y me sacudí a Zero de encima.
—No es más que una herida superficial, sanará enseguida. Más importante… ¡hey, sacerdote sanguinario! ¿No tienes algo que decirme?
¿Mantuve la castidad de la Santa a salvo, y me atacas? Llora y discúlpate, asesino afeminado.
Sin embargo, la expresión del sacerdote no se transformó en una al borde de las lágrimas, sino en un claro desprecio.
—Por consideración a mi señora… te perdonaré la vida. Ahora saca esa figura repugnante y cubierta de suciedad de la vista de mi señora de inmediato.
Y la discriminación empezó. Había escuchado ese tipo de líneas antes.
Este era una de esas personas que realmente pensaban que los caídos eran despojos desde su nacimiento. Seguramente era de esos fanáticos que creían que había que matar a los caídos nada más nacer, cuando eran bebes. Había muchos de ese tipo en el clero, pero recientemente no me topé con alguno de ellos.
Mientras estaba allí de pie, sorprendido, Zero se adelantó.
Mientras caminaba, me miró por encima del hombro y sonrió con la suficiente suavidad para hacerme temblar.
—Mercenario, dame un momento. Volveré después de 'sacrificar' a ese hombre.
— ¡Espera espera espera! ¡No puedes decir cosas como esas con una sonrisa tan dulce en tu cara! ¡Es un miembro de la iglesia, cálmate un poco!
Rápidamente agarré a Zero por la nuca y la arrastré hacia atrás.
—Aunque lo sea, ¿qué derecho tiene de ridiculizar a mi mercenario? Estoy extremadamente enojada.
— ¡Este mundo le da la razón para hacer eso! Soy un caído lo mires como lo mires.
— ¡Pero-!
Una dulce fragancia imbuía el ambiente.
Cuando levanté la vista, casi salté del susto al ver a la Santa tan cerca.
—Um… ¿está herido?
Probablemente quería preguntarme si estaba bien, pero hablaba tan bajo que apenas pude entenderla. Alejando a Zero, que todavía estaba decidida a matar al sacerdote, le di la espalda a la Santa.
—No te preocupes, tan solo es un rasguño.
¡No! –Un inesperado grito se dirigió hacia mí. Me volví sorprendido.
Con una mirada algo frenética en su rostro, la Santa dio un paso hacia mí.
—Um… incluso si la herida es pequeña, se podría infectar… la trataré… por usted.
¿Se refería a usar un milagro… o magia?
En ese momento, Zero y yo intercambiamos miradas.
Zero parecía ligeramente desconcertada también. En cualquier caso, ella era mejor que el sacerdote.
— ¡Mi señora! ¡¿Va a usar su poder en alguien como 'eso'?!
La Santa saltó en respuesta al grito de enojo del sacerdote.
— ¿No está… bien? Pero, él nos salvó… y acabó herido a causa de su malentendido, padre… ¡ah! no, no pretendía culparle, padre… Yo solo…
Los ojos de la Santa gradualmente empezaron a llenarse de lágrimas.
—Lo siento. Soy una tonto… todo es culpa mía… yo, yo debería…
El "padre" se puso pálido al instante.
— ¡E-entiendo! ¡Lo entiendo, por favor no lloré! ¡Era yo quien estaba equivocado! ¡Y tú, bestia! ¡Estate agradecido por la benevolencia de mi señora y permítele curar ese 'rasguño'!
—Aunque, creo que no quiero que me lo cure...
—Eso me parecía. –Refunfuñó Zero en respuesta.
Pero esta era una gran oportunidad para ver de cerca los milagros de la Santa. Obedientemente la deje proceder.
Viendo que el sacerdote lo aprobaba, y que yo no me resistía, la Santa pareció aliviada y menos tensa mientras daba otro paso hacia mí.
—Vuestro cuello.
La Santa extendió la mano y tocó mi cuello con sus manos temblorosas. Cerró los ojos e inspiró profundamente.
Un suave resplandor se acumuló, y el área alrededor de mi cuello se volvió cálida.
Cuando la Santa quitó las manos, la luz se desvaneció junto al dolor.
—Ya está curado. –La Santa sonrió.
Me volví a tocar el cuello. Efectivamente la herida había desaparecido. Y sin recitar ningún encantamiento…
En ese momento, realmente empecé a creer en los milagros.
Pero cuando capté la mirada de Zero, comprendí que estaba segura de que era magia. Entonces, ¿eso significaba que la Santa tenía suficiente experiencia con la magia como para no necesitar recitar hechizos?
¿Esta mujer?
—Ahora entonces… ¡debería curar las heridas de todos los bandidos!
La Santa aplaudió con una radiante sonrisa, haciendo sonar un *clap*.
— ¡¿Qué-?! ¡Pero mi señora! ¡Ellos son la banda de criminales que la secuestraron!
—Pero si no trato sus heridas, podrían morir. Estamos en el bosque… nadie vendrá a ayudarles, ¿cierto? Por lo tanto yo debo de ayudarles…
La sirvienta de la Santa rompió su silencio para hablar con su ama, cuya expresión se nubló una vez más.
—Mi señora, sé que usted es amable. Pero cada milagro que realiza afecta a su salud. Trate de pensar en lo que le podría pasar si
sanase las heridas de hasta cinco personas...
Encendió la linterna que colgaba de su cintura, y el área se ilumino ligeramente.
Cuando la sirvienta lo hizo, el sacerdote frunció el ceño y se alejó, apartándose a una cierta distancia. La luz de la linterna probablemente deslumbraba a sus ojos después de tanto tiempo en la oscuridad.
—Pero si los dejo, morirán… y los perros salvajes vendrán. ¡¿No puedo?! –La Santa suplicó otra vez. La sirvienta, quien parecía ser la responsable de la condición física de la Santa, suspiro con resignación y dijo.
—Si insistes.
Pero.
¡Jod[Censurado]! ¡No dejare que esa bruja use su brujería en mi herida!
Uno de los asaltantes se negaba, incluso iba tan lejos como para llamar a la Santa 'bruja' delante del clérigo.
—Hey padre, ¿estás ciego o qué…? ¡Esa perra es una bruja! Deberías matarl-ack.
La vara del sacerdote golpeó la mandíbula del bandido.
—Cuida tu boca. Soy yo quien decide si ella es una Santa o una bruja. Mientras tanto, ella está bajo mi supervisión y mi protección. No toleraré que le pongan ni un dedo encima, y por supuesto, tampoco calumnias contra ella. La razón por la que aún respira es porque estoy respetando el juicio apropiado de la ley. Pero la próxima vez que hables mal de ella, te decapitaré en el acto.
—No. –La Santa tembló junto a débil grito de desesperación.
— ¡Por favor padre, ponga fin a esto…! Matar personas…
—Mi señora, de eso se encarga la Iglesia. Aunque todavía no esté confirmado, usted es una Santa, por lo que su cuerpo no es solo de su propiedad.
—Pero…
—Solo sepa esto... mi señora, si no lo entiende. Antes de mi deber hacia usted como su guardia, soy un miembro de la Iglesia.
Derrotada por la tranquila manera de hablar del sacerdote, la Santa se calmó, con una expresión de dolor en su rostro.
El ladrón echó un vistazo a su intercambio con ojos de desprecio, escupió en el suelo la sangre que tenía en la boca, y se quedó en silencio.
⧫⧫⧫⧫
Ya que los bandidos se negaban a ser tratados, la Santa no podía curarlos.
Así que les quitamos las armas y les atamos con una cuerda, y decidimos llevarlos al camino. Sus pies estaban heridos, así que si los hubiéramos dejado en el bosque, habrían sido comida para los perros salvajes. Al llevarlos al camino, dejándoles algo de comida y agua y atándolos a los árboles, podíamos alertar a los soldados de la ciudad, quienes les juzgarían con justicia.
Secuestrar a un santo, un crimen de no temer ni siquiera a Dios, tenía la posibilidad de llevar la pena de muerte, pero en ese punto, no sería asunto mío.
Por ahora, necesitaba pensar que hacer tras la repentina aparición de nuestro objetivo de investigación.
De cualquier manera, parecía mejor permanecer juntos hasta que saliéramos del bosque y llegásemos al camino.
El sacerdote parecía profundamente reacio, pero ver a cinco ladrones heridos en el camino era demasiado para que un solo sacerdote lo manejara solo.
—Uno de nuestros compañeros está esperando en la carretera. Lo siento, pero tendremos que dirigirnos allí.
Cuando tomé la iniciativa para dirigirme hacia la carretera, el sacerdote frunció el ceño desanimado. Sin embargo, la Santa parecía puramente encantada de que su compañía hubiera crecido, y su rostro era brillante a pesar de haber sido agredida por los ladrones antes. Parecía que no tenía odio ni desprecio por los caídos o los ladrones que la habían atacado.
Como pensaba, en su mente las cosas son demasiado de color de rosa…
Mi mirada se posó en el perfil de la cara de la Santa.
Era tan bella como había oído. Tenía una naturaleza gentil, y su figura tenia las voluptuosas curvas de una mujer bien desarrollada. Eso, junto con su pesado busto, era suficiente para que llamarla bruja no fuera una exageración. Su altura, también, la pondría entre las mujeres más altas… Pero su aura no era apropiada para ella, que era insoportablemente inmadura.
—Nos dirigíamos a ayudar al hijo del señor de Edeabelna. Él había contraído una enfermedad en sus pulmones.
Hablando, la expresión de la Santa se oscureció.
Edeabelna era Edeabelna era la preciada ciudad portuaria de la República de Cleión, y habíamos ingresado a la República con la intención de recabar información allí.
Nuestro continente, esencialmente, tenía la forma aproximadamente similar a la de una luna creciente gigante. Como resultado, en ambos extremos y en el medio del continente había grandes ciudades portuarias. Edeabelna era el puerto en el medio, la capital del comercio marítimo, y por lo tanto también podría llamarse la capital de la enfermedad.
Enfermedades desconocidas llegarían de los barcos. Y como resultado, la cantidad de médicos en la República de Cleión aumentó.
Hace algunos años, la frase "un doctor de Cleión" era sinónimo de "el doctor de entre los doctores[1]", pero según lo que había deducido de los médicos de la posada y las historias de Theo, esa población de médicos estaba disminuyendo.
—Queríamos tener un trayecto seguro, aunque eso significase tomar desvíos, pero… había un niño inconsciente y cuando detuvimos el carro, fuimos atacados.
¿Qué narices estaba haciendo el clérigo en ese momento? No me
puedo creer que sean llamados la "élite de la Iglesia".
Mire al sacerdote, pero él no me prestó atención.
No… no solo no me estaba mirando.
En algún momento, cubrió completamente sus ojos con un cinturón de cuero. Primero la vara en su mano y ahora eso, realmente parecía ser como una persona ciega. Llevaba anillos de plata en cada uno de los cinco dedos de su mano derecha, probablemente para proteger los dedos de su mano dominante.
Pero antes, podría jurar que me estaba siguiendo con los ojos…
— ¿…Qué estas mirando, ser inmundo?
— ¿Pu-puedes ver?
—Incluso si no puedo, sigo sabiendo cuando alguien se me queda mirando. Mis ojos son muy sensibles a la luz. Duelen bajo la luz del sol, por ejemplo, o el de una antorcha. Por lo tanto, generalmente protejo mis ojos con una venda que bloquea bien la luz.
Ah, así que era por eso que apago la fogata antes de atacar a los bandidos.
— ¿Simplemente no puedes hacer que la Santa arregle eso?
—Este es un castigo divino de la Diosa por mí ser pecaminoso. No hay ninguna herida o enfermedad.
Cuando le escuche decir eso con tal resolución y tranquilidad, me dieron ganas de vomitar.
¿Dejar sin tratar una enfermedad curable demuestra la fuerza de tu
fé? No podía entenderlo en absoluto.
—Um… sus ojos, son incurables. Lo intenté, pero… –La Santa intervino nerviosa.
— ¿Incurable? Pero que… ¿hay enfermedades que ni los milagros pueden remediar?
—S-sí. Lo siento. Um, no es el motivo, pero…
—…Porque no se trata de una enfermedad ni una herida. –Ante la declaración de Zero, ambos, la Santa y el sacerdote miraron a Zero.
—No lo llamarías una enfermedad excesivamente fuerte, ¿verdad? Los ojos del padre son "demasiado efectivos". Admiten incluso la más mínima cantidad de luz, por lo que cuando está cerca de una luz brillante, se ciega. Según he visto, el padre posee una mejor visión nocturna que incluso la de Mercenarios. Quizás la forma en que una persona normal ve el mundo al mediodía es cómo lo ve el padre por la noche.
El bosque en una noche sin luna, esa oscuridad era aterradora incluso para mí, un caído. Veo mejor en la oscuridad que el humano prome-dio, pero incluso entonces, estaba casi ciego en esa oscuridad en comparación con la luz del mediodía.
—Padre, ¿naciste con esa condición?
—Uh… bueno… sí.
—Entonces, incluso si ahora curasen tus ojos para ser como los de una persona normal, te sentirías confundido e incómodo. Padre, esos ojos no son un castigo divino. En realidad, tiene un raro talento. Esté orgulloso, no se avergüence. –Concluyó Zero.


1.- Básicamente que es un medico destacado.

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