Era un sacerdote, no había duda. Delgadas
cadenas de plata sujetaban su cintura con fuerza, los extremos que colgaban brillaban
de forma molesta con la luz de la luna.
Me quedé estupefacto mientras me miraba.
Él comenzó a hablar en voz baja a la Santa detrás de él.
— ¿Está herida, mi señora?
— ¡Pa-padre…!
Él era un hombre esbelto con rasgos
delicados y hermosos, y cabello verde esmeralda perfectamente cortado a la
altura de la mandíbula.
Si este hombre fuera a algún pueblo en
las afueras, seguramente convertiría a los incrédulos haciéndoles asistir a las
misas regular-mente soltándoles solo un único sermón.
Y por supuesto, mi desprecio por este
hombre iba en aumento. Después de todo, tal como estaba, ese clérigo casanovas
estaba intentando matarme usando esa arma ridículamente loca.
Siendo mi oponente un sacerdote,
endurecido por la batalla y empuñando una "herramienta agrícola" como
arma, ya no había ninguna duda.
— ¡Un árbitro de "Dea Ignis"…!
Es un honor ser capaz de conocer a un miembro de la famosa 'Iglesia' que
comanda escuadrones de asesinos.
El médico de la taberna dijo algo sobre
que habían mandado a miembros de Dea Ignis a investigar a la Santa que
gobernaba en la Ciudad Santa de Arcadia, dada la situación, no había duda de
que este sacerdote era uno de ellos.
—Pero has malentendido las cosas. Yo no
trataba de hacerle nada a la Sant-
—Arrepiéntete. Intentabas posar tus
sucias manos en aquello que debe permanecer inmaculado, incluso una de las
cosas más inmundas del mundo como tú… Ora para que la Diosa te muestre
misericordia…
No
está escuchando nada de lo que le digo. Es por esto que los clérigos son tan…
—Perece.
Desenvainé mi espada para bloquear el fugaz
ataque de la hoz del clérigo.
Está
yendo con todo para matarme. No solo eso, al contrario de
la impresión que daba su apariencia, era increíblemente fuerte. Si no tuviera
los reflejos de un caído, me habría decapitado.
— ¡Jode-! ¡Tú eres el único que
debería morirse, sacerdote asesino loco de las peleas! ¡Y escucha a los demás
cuando te hablan!
— ¡Mercenario! Yo-
— ¡Zero,
no! ¡No hagas nada… nada en absoluto!
Si el sacerdote descubría que Zero era
una bruja, las cosas estarían extremadamente peor. Zero podría probablemente
acabar con él con su magia, pero matar a un clérigo ante la Santa significaría
problemas.
Dicho eso, también me gustaría evitar
que me matase. Lo cual significaba que me tocaría pelear con todas mis fuerzas,
pero no había una garantía absoluta de que pudiera ganar.
Me estaba enfrentando a un asesino de
Dea Ignis. Incluso si le vencía, matarle implicaría que la mano de la Iglesia
iría a por mi benefactora, Zero. Para evitarlo también tendríamos que matar
después a la Santa y su asistente para acabar con los testigos. Pero, si
matábamos aquí a a la Santa…
¿Qué podíamos hacer? Quería que el
clérigo bajase su arma, pero yo era un caído, y el un sacerdote. Estábamos
destinados a ser enemigos.
— ¡Padre, deténgase por favor! ¡Está
cometiendo un error, ese hombre no es un enemigo!
Un rayo de esperanza apareció del lugar
menos esperado.
El sacerdote, que me estaba mirando
lleno de odio, se giró para observar a la Santa y se alejó.
Pero no era una retirada.
Él sabía que yo ganaría si manteníamos
la competición de fuerza, así que mantuvo las distancias.
…Yo todavía sentía como si hubiese una
cuchilla en mi garganta. Era su sed de sangra…
—…Mi señora. Es un repugnante caído. No
es necesaria la compasión con él.
–Dijo el sacerdote. La Santa gentilmente posó la mano en la hoz del
sacerdote.
—Por favor padre… realmente lo está
malinterpretando.
Al escuchar la voz implorante de la
Santa, la expresión del sacerdote se suavizó y, a regañadientes, bajó su hoz. La
Santa exhaló un suspiro de alivio y me miró.
—Usted… nos salvó, ¿no es cierto? Usted
fue quien lanzó los cuchillos, ¿verdad? Si no hubiera venido a nuestro auxilio,
ahora estaríamos…
Las lágrimas brotaban de sus ojos, y
caían con fuerza.
—Mi señora... mis más sinceras
disculpas. ¡Tal cosa ocurrió bajo mi vigilancia, nada menos...! –El sacerdote
habló con profundo pesar en su voz, y había bajado por completo su arma. Con un
movimiento, la hoja curiosamente grande y curva se dobló, convirtiendo la
guadaña gigante en una vara de una longitud decente.
Los
miembros de la iglesia sí que tienen algunos juguetes interesantes, huh…
Fuese como fuese, parecía que estábamos
a salvo. Aparentemente, el sacerdote ya no quería convertirme en carne picada,
y los bandidos nunca habían sido algo por lo que valiese la pena preocuparse.
Con cuchillos atravesando de sus pies, lo eran aún menos.
Incluso el bandido restante, del que el
clérigo se encargó, parecía saludable aparte de un corte superficial en el pie.
¿Eso significaba que yo era el único al
que trataba de matar?
Mostro misericordia a los bandidos, los
culpables, mientras a mí intentó matarme solo por estar presente… debía de
tener un rencor personal contra los caídos, por ejemplo desprecio o simplemente
odio irracional…
De cualquier manera, probablemente no
debería guardar mi espada. Parecía que podría matarme en cualquier momento.
— ¡¿Mercenario, estas bien?!
Zero corrió hasta mí, saltando
repentinamente a mi cuello.
Con ella tirándome del pelo, no tuve más
remedio que inclinarme.
— ¡No me tires del pelo, idiota! ¡Ow!
—Ah… lo sabía. Estas herido.
— ¿Qué?
—Tienes una herida en el cuello.
—No es posible. –Me pasé la mano por el
cuello.
La hoja de la hoz pasó muy cerca, pero
estaba convencido de que la había bloqueado.
Sin embargo, en efecto tenía un corte.
Sentí la viscosa sensación de la sangre en la punta de los dedos.
Me cortó aunque lo había bloqueado, huh.
La guadaña estaba curvada, por lo que su punta podría haberme rozado. En el
momento en que lo noté, el corte comenzó a picar. Ligeramente chasqueé lengua y
me sacudí a Zero de encima.
—No es más que una herida superficial,
sanará enseguida. Más importante… ¡hey, sacerdote sanguinario! ¿No tienes algo
que decirme?
¿Mantuve
la castidad de la Santa a salvo, y me atacas? Llora y discúlpate, asesino
afeminado.
Sin embargo, la expresión del sacerdote
no se transformó en una al borde de las lágrimas, sino en un claro desprecio.
—Por consideración a mi señora… te
perdonaré la vida. Ahora saca esa figura repugnante y cubierta de suciedad de
la vista de mi señora de inmediato.
Y la discriminación empezó. Había
escuchado ese tipo de líneas antes.
Este era una de esas personas que
realmente pensaban que los caídos eran despojos desde su nacimiento.
Seguramente era de esos fanáticos que creían que había que matar a los caídos
nada más nacer, cuando eran bebes. Había muchos de ese tipo en el clero, pero
recientemente no me topé con alguno de ellos.
Mientras estaba allí de pie, sorprendido,
Zero se adelantó.
Mientras caminaba, me miró por encima
del hombro y sonrió con la suficiente suavidad para hacerme temblar.
—Mercenario, dame un momento. Volveré
después de 'sacrificar' a ese hombre.
— ¡Espera espera espera! ¡No puedes
decir cosas como esas con una sonrisa tan dulce en tu cara! ¡Es un miembro de
la iglesia, cálmate un poco!
Rápidamente agarré a Zero por la nuca y
la arrastré hacia atrás.
—Aunque lo sea, ¿qué derecho tiene de
ridiculizar a mi mercenario? Estoy extremadamente enojada.
— ¡Este mundo le da la razón para hacer
eso! Soy un caído lo mires como lo mires.
— ¡Pero-!
Una dulce fragancia imbuía el ambiente.
Cuando levanté la vista, casi salté del
susto al ver a la Santa tan cerca.
—Um… ¿está herido?
Probablemente quería preguntarme si
estaba bien, pero hablaba tan bajo que apenas pude entenderla. Alejando a Zero,
que todavía estaba decidida a matar al sacerdote, le di la espalda a la Santa.
—No te preocupes, tan solo es un
rasguño.
— ¡No! –Un
inesperado grito se dirigió hacia mí. Me volví sorprendido.
Con una mirada algo frenética en su
rostro, la Santa dio un paso hacia mí.
—Um… incluso si la herida es pequeña, se
podría infectar… la trataré… por usted.
¿Se refería a usar un milagro… o magia?
En ese momento, Zero y yo intercambiamos
miradas.
Zero parecía ligeramente desconcertada
también. En cualquier caso, ella era mejor que el sacerdote.
— ¡Mi señora! ¡¿Va a usar su poder en
alguien como 'eso'?!
La Santa saltó en respuesta al grito de
enojo del sacerdote.
— ¿No está… bien? Pero, él nos salvó… y
acabó herido a causa de su malentendido, padre… ¡ah! no, no pretendía culparle,
padre… Yo solo…
Los ojos de la Santa gradualmente
empezaron a llenarse de lágrimas.
—Lo siento. Soy una tonto… todo es culpa
mía… yo, yo debería…
El "padre" se puso pálido al
instante.
— ¡E-entiendo! ¡Lo entiendo, por favor
no lloré! ¡Era yo quien estaba equivocado! ¡Y tú, bestia! ¡Estate agradecido
por la benevolencia de mi señora y permítele curar ese 'rasguño'!
—Aunque, creo que no quiero que me lo
cure...
—Eso me parecía. –Refunfuñó Zero en
respuesta.
Pero esta era una gran oportunidad para
ver de cerca los milagros de la Santa. Obedientemente la deje proceder.
Viendo que el sacerdote lo aprobaba, y
que yo no me resistía, la Santa pareció aliviada y menos tensa mientras daba
otro paso hacia mí.
—Vuestro cuello.
La Santa extendió la mano y tocó mi
cuello con sus manos temblorosas. Cerró los ojos e inspiró profundamente.
Un suave resplandor se acumuló, y el
área alrededor de mi cuello se volvió cálida.
Cuando la Santa quitó las manos, la luz
se desvaneció junto al dolor.
—Ya está curado. –La Santa sonrió.
Me volví a tocar el cuello.
Efectivamente la herida había desaparecido. Y sin recitar ningún encantamiento…
En ese momento, realmente empecé a creer
en los milagros.
Pero cuando capté la mirada de Zero,
comprendí que estaba segura de que era magia. Entonces, ¿eso significaba que la
Santa tenía suficiente experiencia con la magia como para no necesitar recitar
hechizos?
¿Esta mujer?
—Ahora entonces… ¡debería curar las
heridas de todos los bandidos!
La Santa aplaudió con una radiante
sonrisa, haciendo sonar un *clap*.
— ¡¿Qué-?! ¡Pero mi señora! ¡Ellos son
la banda de criminales que la secuestraron!
—Pero si no trato sus heridas, podrían
morir. Estamos en el bosque… nadie vendrá a ayudarles, ¿cierto? Por lo tanto yo
debo de ayudarles…
La sirvienta de la Santa rompió su silencio
para hablar con su ama, cuya expresión se nubló una vez más.
—Mi señora, sé que usted es amable. Pero
cada milagro que realiza afecta a su salud. Trate de pensar en lo que le podría
pasar si
sanase las heridas de hasta cinco
personas...
Encendió la linterna que colgaba de su
cintura, y el área se ilumino ligeramente.
Cuando la sirvienta lo hizo, el
sacerdote frunció el ceño y se alejó, apartándose a una cierta distancia. La
luz de la linterna probablemente deslumbraba a sus ojos después de tanto tiempo
en la oscuridad.
—Pero si los dejo, morirán… y los perros
salvajes vendrán. ¡¿No puedo?! –La Santa suplicó otra vez. La sirvienta, quien
parecía ser la responsable de la condición física de la Santa, suspiro con
resignación y dijo.
—Si insistes.
Pero.
— ¡Jod[Censurado]! ¡No dejare que esa
bruja use su brujería en mi herida!
Uno de los asaltantes se negaba, incluso
iba tan lejos como para llamar a la Santa 'bruja' delante del clérigo.
—Hey padre, ¿estás ciego o qué…? ¡Esa
perra es una bruja! Deberías matarl-ack.
La vara del sacerdote golpeó la
mandíbula del bandido.
—Cuida tu boca. Soy yo quien decide si
ella es una Santa o una bruja. Mientras tanto, ella está bajo mi supervisión y
mi protección. No toleraré que le pongan ni un dedo encima, y por supuesto, tampoco
calumnias contra ella. La razón por la que aún respira es porque estoy
respetando el juicio apropiado de la ley. Pero la próxima vez que hables mal de
ella, te decapitaré en el acto.
—No. –La Santa tembló junto a débil
grito de desesperación.
— ¡Por favor padre, ponga fin a esto…!
Matar personas…
—Mi señora, de eso se encarga la
Iglesia. Aunque todavía no esté confirmado, usted es una Santa, por lo que su
cuerpo no es solo de su propiedad.
—Pero…
—Solo sepa esto... mi señora, si no lo entiende.
Antes de mi deber hacia usted como su guardia, soy un miembro de la Iglesia.
Derrotada por la tranquila manera de
hablar del sacerdote, la Santa se calmó, con una expresión de dolor en su
rostro.
El ladrón echó un vistazo a su
intercambio con ojos de desprecio, escupió en el suelo la sangre que tenía en la
boca, y se quedó en silencio.
⧫⧫⧫⧫
Ya que los bandidos se negaban a ser
tratados, la Santa no podía curarlos.
Así que les quitamos las armas y les
atamos con una cuerda, y decidimos llevarlos al camino. Sus pies estaban heridos,
así que si los hubiéramos dejado en el bosque, habrían sido comida para los
perros salvajes. Al llevarlos al camino, dejándoles algo de comida y agua y
atándolos a los árboles, podíamos alertar a los soldados de la ciudad, quienes
les juzgarían con justicia.
Secuestrar a un santo, un crimen de no
temer ni siquiera a Dios, tenía la posibilidad de llevar la pena de muerte,
pero en ese punto, no sería asunto mío.
Por ahora, necesitaba pensar que hacer
tras la repentina aparición de nuestro objetivo de investigación.
De cualquier manera, parecía mejor
permanecer juntos hasta que saliéramos del bosque y llegásemos al camino.
El sacerdote parecía profundamente
reacio, pero ver a cinco ladrones heridos en el camino era demasiado para que
un solo sacerdote lo manejara solo.
—Uno de nuestros compañeros está
esperando en la carretera. Lo siento, pero tendremos que dirigirnos allí.
Cuando tomé la iniciativa para dirigirme
hacia la carretera, el sacerdote frunció el ceño desanimado. Sin embargo, la
Santa parecía puramente encantada de que su compañía hubiera crecido, y su
rostro era brillante a pesar de haber sido agredida por los ladrones antes.
Parecía que no tenía odio ni desprecio por los caídos o los ladrones que la
habían atacado.
Como
pensaba, en su mente las cosas son demasiado de color de rosa…
Mi mirada se posó en el perfil de la
cara de la Santa.
Era tan bella como había oído. Tenía una
naturaleza gentil, y su figura tenia las voluptuosas curvas de una mujer bien
desarrollada. Eso, junto con su pesado busto, era suficiente para que llamarla bruja
no fuera una exageración. Su altura, también, la pondría entre las mujeres más
altas… Pero su aura no era apropiada para ella, que era insoportablemente
inmadura.
—Nos dirigíamos a ayudar al hijo del
señor de Edeabelna. Él había contraído una enfermedad en sus pulmones.
Hablando, la expresión de la Santa se
oscureció.
Edeabelna era Edeabelna era la preciada
ciudad portuaria de la República de Cleión, y habíamos ingresado a la República
con la intención de recabar información allí.
Nuestro continente, esencialmente, tenía
la forma aproximadamente similar a la de una luna creciente gigante. Como
resultado, en ambos extremos y en el medio del continente había grandes
ciudades portuarias. Edeabelna era el puerto en el medio, la capital del
comercio marítimo, y por lo tanto también podría llamarse la capital de la
enfermedad.
Enfermedades desconocidas llegarían de
los barcos. Y como resultado, la cantidad de médicos en la República de Cleión
aumentó.
Hace algunos años, la frase "un
doctor de Cleión" era sinónimo de "el doctor de entre los doctores[1]",
pero según lo que había deducido de los médicos de la posada y las historias de
Theo, esa población de médicos estaba disminuyendo.
—Queríamos tener un trayecto seguro,
aunque eso significase tomar desvíos, pero… había un niño inconsciente y cuando
detuvimos el carro, fuimos atacados.
¿Qué
narices estaba haciendo el clérigo en ese momento? No me
puedo
creer que sean llamados la "élite de la Iglesia".
Mire al sacerdote, pero él no me prestó
atención.
No… no solo no me estaba mirando.
En algún momento, cubrió completamente
sus ojos con un cinturón de cuero. Primero la vara en su mano y ahora eso,
realmente parecía ser como una persona ciega. Llevaba anillos de plata en cada
uno de los cinco dedos de su mano derecha, probablemente para proteger los
dedos de su mano dominante.
Pero antes, podría jurar que me estaba
siguiendo con los ojos…
— ¿…Qué estas mirando, ser inmundo?
— ¿Pu-puedes ver?
—Incluso si no puedo, sigo sabiendo
cuando alguien se me queda mirando. Mis ojos son muy sensibles a la luz. Duelen
bajo la luz del sol, por ejemplo, o el de una antorcha. Por lo tanto,
generalmente protejo mis ojos con una venda que bloquea bien la luz.
Ah,
así que era por eso que apago la fogata antes de atacar a los bandidos.
— ¿Simplemente no puedes hacer que la
Santa arregle eso?
—Este es un castigo divino de la Diosa
por mí ser pecaminoso. No hay ninguna herida o enfermedad.
Cuando le escuche decir eso con tal
resolución y tranquilidad, me dieron ganas de vomitar.
¿Dejar
sin tratar una enfermedad curable demuestra la fuerza de tu
fé? No
podía entenderlo en absoluto.
—Um… sus ojos, son incurables. Lo
intenté, pero… –La Santa intervino nerviosa.
— ¿Incurable? Pero que… ¿hay
enfermedades que ni los milagros pueden remediar?
—S-sí. Lo siento. Um, no es el motivo,
pero…
—…Porque no se trata de una enfermedad
ni una herida. –Ante la declaración de Zero, ambos, la Santa y el sacerdote
miraron a Zero.
—No lo llamarías una enfermedad
excesivamente fuerte, ¿verdad? Los ojos del padre son "demasiado
efectivos". Admiten incluso la más mínima cantidad de luz, por lo que
cuando está cerca de una luz brillante, se ciega. Según he visto, el padre
posee una mejor visión nocturna que incluso la de Mercenarios. Quizás la forma
en que una persona normal ve el mundo al mediodía es cómo lo ve el padre por la
noche.
El bosque en una noche sin luna, esa
oscuridad era aterradora incluso para mí, un caído. Veo mejor en la oscuridad
que el humano prome-dio, pero incluso entonces, estaba casi ciego en esa
oscuridad en comparación con la luz del mediodía.
—Padre, ¿naciste con esa condición?
—Uh… bueno… sí.
—Entonces, incluso si ahora curasen tus
ojos para ser como los de una persona normal, te sentirías confundido e
incómodo. Padre, esos ojos no son un castigo divino. En realidad, tiene un raro
talento. Esté orgulloso, no se avergüence. –Concluyó Zero.
1.- Básicamente
que es un medico destacado.
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