Parte 2:
Siempre había sabido que las
brujas atacaban aldeas para vengarse de la gente del reino. Pero viendo la
devastación en persona por primera vez, me sorprendió la magnitud de la
destrucción.
Las calles estaban repletas
de cadáveres, y cada edificio mostraba marcas de batalla. Era una escena de tal
ruina que la única explicación posible era que habían sido atacados por
vagabundos que usaban magia.
— ¿Qué demonios…? ¿No estaba
la ciudad protegida por las brujas del culto de Zero, porque la entrada está
aquí? ¿Pero qué...?
—No somos el único grupo que
usa magia. –Dijo Albus, con una voz casi inaudible. Mis ojos se abrieron como
platos.
No se me había ocurrido que
el culto de Zero no fuese el único grupo. Yo había asumido que eran ellos los
que planearon la revolución contra el reino de Wenias, y los que devastaron sus
tierras.
Pero después de escuchar y
observar a la persona llamada Albus, estaba convencido de que el culto de Zero
luchó únicamente para proteger a las brujas. Sin embargo, de las
cosas que había oído durante mi tiempo como mercenario y de la devastación que
había visto aquí en La Tête, sabía que había sin ninguna duda, brujas que
masacraron a la gente y saquearon las ciudades por devoción.
— ¿Dices que hay más grupos
como el culto de Zero?
— ¡No! ¡No los compares con
nosotros! Esa gente no son más que ladrones… ¡Están aquí para robar el Libro de
Zero! ¡Ellos atacaron la ciudad para poder entrar en la academia durante el
caos!
Antes de que pudiera
terminar de hablar, Albus se marchó otra vez, probablemente para asegurarse de
que la academia estuviera bien. Vacilé, luego me volví hacia Zero, que se había
puesto de pie en silencio.
—Hey-
¿Qué
quieres hacer? ¿Qué deberíamos hacer? ¿Qué está pasando?
Me estallaba la cabeza con
preguntas, pero no salió una sola palabra de mi boca. Eso era porque la
expresión de Zero era helada, y ella misma parecía tan inmóvil como una muñeca.
— ¿…Hola?
—Así que también es
posible... usarlo para este propósito...
La casa derruida, el letrero
caído, los cadáveres calcinados. Sus ojos pasaban de un objeto al siguiente
mientras murmuraba fragmentos de oraciones.
Finalmente, hizo como si
siguiera a Albus, y se alejó lentamente.
Albus terminó corriendo
hacia una iglesia muy antigua.
Atravesé sus puertas y entré
en la destartalada capilla. Echando una mirada alrededor, vi que los asientos
normalmente aseados estaban esparcidos alrededor de una manera desordenada, y
el vidrio de las ventanas estaba esparcido por el suelo. La casa de Dios estaba
en un estado realmente malo. Incluso aquí, había cuerpos. De un solo vistazo
conté seis.
Estos restos, sin embargo,
eran diferentes de los que había visto fuera. Aquellos eran los cuerpos de
personas que habían corrido por sus vidas y habían sido asesinados. Estos, sin
embargo, eran inconfundiblemente los restos de los combatientes.
Dos de los cuerpos tenían en
el cuello una gargantilla, con una piedra preciosa brillante de color bermellón
incrustada, exactamente como la que tenía Albus. Siendo ése el caso, esos dos
eran probablemente miembros del culto de Zero.
¿Significaba eso que los
cuatro cuerpos restantes eran los agresores?
— ¿Son estos del culto de Zero...
y estos otros los atacantes?
Albus asintió.
—Cada uno de los miembros
lucho por defender la academia y la ciudad…
Pero fallaron en salvar a
los habitantes. Al menos pelearon hasta el final, protegiendo su escondite.
— ¿Se 'acabaron'
los unos a los otros?
—No, eso es incorrecto.
Zero se adelantó
abruptamente y se dirigió a un lateral, pasando junto a Albus hacia los
cadáveres de las brujas.
—Hey. – La
advertí, pero Zero no prestó atención y examino a los seis cuerpos.
—Las cuatro brujas invasoras
primero mataron a las dos brujas afiliadas con el culto de Zero. Después otra
bruja apareció y mató a los invasores.
— ¿Cómo sabes eso?
—Las naturalezas de sus
muertes son diferentes. Estas dos brujas muestran signos de haber peleado, pero
las cuatro restantes parecen haber muerto sin tiempo para reaccionar. Sobre
todo, es el hecho de que a los seis les han arrebatado toda su magia, lo que
hace innegable la participación de un tercero.
Aparentemente, una bruja,
que no pertenecía al culto ni a los atacantes, había hecho una aparición aquí.
Esto era cada vez más y más desconcertante.
Mientras me estrujaba los
sesos, Albus respiró hondo.
Y soltó una voz temblorosa
de miedo y furia.
— ¡Trece!
Podría jurar que Zero y yo
estábamos pensando en la misma idea en ese momento.
¿Cómo
diablos sabes ese nombre, y por qué lo estás nombrando ahora? Pero
antes de pudiera expresar mi preocupación, todo cambió.
El ojo se abrió.
Al instante sentí que se me
ponía la piel de gallina por todo el cuerpo. El malestar que había sentido al
acercarme a la ciudad había desaparecido, pero en su lugar había un aire
intenso e intimidante, bordeando el terror, sobre nosotros.
En
algún lugar, el ojo. Algún lado-
Miré hacia arriba, y al
instante lo lamenté. Había un ojo descomunal pegado al techo de la iglesia.
La fisura recién abierta recorría
el techo de un extremo a otro.
La mirada del globo ocular paso
de mí hacia Albus antes de detenerse en Zero.
—Este es el mecanismo de
vigilancia más evidente. ¡Mercenario!
— ¿Eh? ¡Uh… oh!
— ¡Es una invocación
forzada! ¡Seremos enviados lejos de aquí, así que sujeta al chico y toma mi mano!
¿Qué
está pasando? ¿De qué habla? Estaba claro que no entendía
nada. Pero coloque a Albus sobre un hombro y agarré la muñeca de Zero,
tirándola en mis brazos.
En un destello, el suelo
desapareció. En realidad, no. Esto era-
El suelo, las pareces y la
sala misma se desvanecieron. Habíamos sido expulsados en un vacío abismal. No
pude evitar gritar.
…Estaba cayendo.
A
este paso, voy a morir-
—Cálmate mercenario. Estarás
bien mientras no sueltes mi mano.
La voz soñolienta de Zero me
hizo volver a mis sentidos.
—Respira lentamente. Siente
tus pies y la tierra debajo de ellos. Tu cuerpo ya ha llegado. Trae de nuevo la
conciencia a tu físico. Concéntrate en mi mano.
Mientras respiraba profundamente,
me di cuenta de que no había estado respirando. Sentí que la sensación de estar
en caída libre se desvanecía, y que estaba realmente de pie sobre algo sólido.
¿Qué
fue eso de ahora? ¿Una alucinación? Sentía mucho frío, y estaba
temblando por todas partes. Mirando a mí alrededor, vi que estábamos en una
cámara oscura, iluminada por cuatro velas parpadeantes. Un penetrante aroma de
incienso impregnaba el aire. El suelo bajo mis pies estaba pavimentado con
losas. Y en mis brazos estaba Zero. En ese momento, recordé que Albus todavía
estaba en mi hombro.
— ¡Menos mal! ¡Mercenario ha vuelto, Zero! –Albus
se aferraba a mi cabeza.
¿…He vuelto?
Eche un vistazo a mí alrededor. No vi ninguna
razón para decir que había "vuelto"…
—Hey… ¿Dónde diablos estamos? Un momento.
Estábamos en la iglesia hace unos segundos…
—Eso fue una invocación forzada… es el tipo
de poder que ignora los deseos de su objetivo y lo transporta por la fuerza a
otro lugar. Parece que tal trampa fue puesta en la capilla. Es una hazaña de la
hechicería que reutiliza el método de convocar a un demonio para ser usado en
humanos, y sólo sé de dos personas capaces de usarla. Uno de ellos fue mi
mentor…
En ese instante, repentinamente detecté el
olor de una persona desconocida mezclada con el incienso.
Había una sombre entre la oscuridad. Aunque
estaba alerta a su existencia, un desliz de mi concentración podría hacerme
perder su pista. Estaba bien mezclado con la oscuridad.
No podía verlo, pero sabía que estaba allí.
—Y el otro era Trece… tú.
Zero mostro una sonrisa.
Trece, reflexioné sobre ese
nombre en mi cabeza, confundido, y casi me dañé el cuello por la velocidad con
la que levanté la vista.
*Aplastar*
La figura de un hombre emergió de entre las
tinieblas.
Basado en lo que había visto de Albus y Zero,
había asumido que las brujas y los hechiceros tenían una gran apariencia.
Después de ver a Trece, ese no parecía ser el caso en absoluto.
Era lo suficientemente alto para ser un
guerrero, y dotado con hombros firmes. Pero gracias a una espalda encorvada, parecía
estar acechando desde las sombras. Su flequillo también era inusualmente largo,
lo que servía para taparle los ojos.
Era un hombre grande y de aspecto huraño. Sin
lugar a dudas, era Trece. Sabía que era un poco extraño viniendo de mí, un caído,
pero incluso con mi rostro inhumano, yo era aún más guapo que él.
Mirando directamente al hombre, Zero
entrecerró los ojos, desafiante.
— ¿Podrías explicarte, Trece? ¿Por qué me
llamaste?
—Llamé, y tú viniste como resultado. Ese fue
el desenlace, no mi intención original.
—Entonces, ¿estás convocando a todos los
humanos que estaban allí? Eso es bastante problemático. Has cambiado un poco,
Trece.
—Eso es porque escuche mencionar mi nombre,
Zero.
En una interrupción de la discusión, el
hombre nos dio un vistazo minucioso y se detuvo en Albus. *Gulp*, Albus soltó un pequeño gemido y se agarró con más fuerza a
mi cabeza.
—En la capilla estaba la entrada a un
escondite peligroso del culto. Después de un ataque por otras brujas, parecían estar
evacuando, pero yo actué por el libro y coloque un ojo de vigilancia allí por
unos días. Fue entonces cuando dijeron mi nombre. Así que para ver de qué se
trataba, decidí convocar a quien fuera.
— ¿Y si el que estaba siendo convocado no
tenía conocimiento de la hechicería? Si mi mercenario hubiera sido imprudente,
habría muerto.
Ah, así que había estado cerca de la muerte.
Ahora estaba claro porque Albus decía que había escapado de las garras de la
muerte cuando dijo que yo estaba "de vuelta". Ya no me agradaba este tal
Trece.
—Que alguien sin conocimientos sobre la
hechicería entrase en una ciudad con tantos cadáveres esparcidos por todas
partes, fuese hacia la entrada de un convento de brujas y dijera mi nombre va
más allá de mis expectativas. Además, había encendido incienso por adelantado.
Si era necesario, tenía sonido disponible también. Incluso si el alma hubiera
ido al otro lado, no habría ningún problema en llamarlo de vuelta. Ahora es mi
turno de hacer las preguntas. ¿Por qué dejaste la cueva, Zero? –Preguntó Trece en
un tono acusatorio.
*Humph*, resopló Zero.
—Me empezaba a aburrir estando yo sola. Pensé
en dar un paseo y ver tu monótono rostro mientras estaba por aquí.
—Esto es un poco lejos para ser un paseo...
Te dije que es peligroso estar afuera. Prometiste esperar.
—Sí, mi viaje ha estado lleno de peligros. No
menos de diez veces he sido llamada bruja y perseguida. Sin embargo, aprendí.
Es decir, el peligro no es inevitable. Siendo así, puedo haber perdido siglos.
Tal vez habría sido mejor si me hubiera marchado antes al exterior. ¿No estás
de acuerdo, Trece?
La base de mi lengua se entumeció y dolía por
la extraña tensión en el aire.
¿Qué estaba pasando aquí? ¿Trece y Zero no
eran compañeros? Había hablado de él tan cariñosamente, pero ahora que estaban
cara a cara, parecía cruel.
De repente…
— ¿Qué ocurre?
La voz de Albus sonó ligeramente.
—Zero… ¿por qué?... tú eres la que escribió el
Libro de Zero… ¿entonces por qué?... ¿por qué?... –Albus estaba temblando. — ¿Por
qué conoces a Trece, el hechicero real?
El hechicero… ¿real?
Confundido, miré a Albus por una aclaración.
—Hey, ¿A qué te refieres con "hechicero
real"? ¿Estás diciendo que el rey de un país que caza brujas, está utilizando
a una de ellas?
—Exactamente… Trece ayuda con la caza de
brujas. ¡Ese hombre es un traidor! ¡Mata brujas aunque él mismo sea un
hechicero!
Me había preguntado cómo demonios un país que
no estaba aliado con la Iglesia podría resistir en un conflicto con las brujas…
aparentemente tenían hechiceros como aliados.
Una cosa en la que las brujas eran altamente
hábiles era en ocultarse. Cuando estaban ocultos, eran imposibles de diferenciar
de los seres humanos normales, incluso la Iglesia, que luchó sin cesar contra
las brujas, reconoció que distinguirlas era extraordinariamente difícil. Y por
ello, las personas perturbadas por esto comenzaron a matar a otros seres
humanos, aparentemente normales, con el pretexto de que eran brujas, para
tranquilizarse. Entre el número de muertes humanas causadas por brujas y las
causadas por los seres humanos por temor y paranoia, parecería que este último
fue históricamente más alto.
¿Cómo se puede resolver este problema?
Simplemente reclutando otras brujas.
Zero había dicho que "la magia deja un
rastro", y considerando que rastreó a Trece desde el Bosque de la Luna Curvada
hasta Wenias, esta afirmación poseía un grado de exactitud razonable.
Por supuesto, el problema era que normalmente
no había brujas dispuestas a ayudar con la caza de brujas, aunque parecía que
había una aquí, aunque técnicamente no era una bruja, sino un hechicero.
— ¿Pero qué demonios tiene que hace un
hechicero para ser aceptado por un país para participar en una guerra contra
las brujas?
—Trece lo logro matando a un gran grupo de
brujas delante del rey...
—Una vez, el culto de Zero atacó al rey. Fue
mientras estaba de viaje, fuera de la ciudad. La guerra acababa de comenzar
entonces, y estábamos aterrados por los sacrificios, así que tratamos de
conseguir que el rey prohibiera la caza de brujas. Desafortunadamente, esto fue
justo después de la rebelión de la venganza. No fuimos capaces de entendernos y
fuimos atacados por soldados. Nos defendimos, porque no teníamos otra opción...
*Morder*, Albus se mordió los
labios.
—Y entonces Trece apareció y masacró a todos
los miembros del culto de Zero. De esa forma, Trece ganó la confianza del rey y
se unió al reino como un hechicero que protege sus tierras.
Era una historia dudosa que parecía tanto bien
informada como absolutamente ridícula. Pero como la gente de Wenias había
dependido de las brujas para ayudar en sus momentos de necesidad, no era
imposible que confiaran en hechiceros para cazar brujas, por extraña que fuera
esta estrategia. La respuesta a sus oraciones por un reemplazo adecuado para la
ayuda de la Iglesia había hecho su aparición galantemente en el escenario en su
hora más peligrosa.
Trece, que había estado observando en silencio
la explicación de Albus, pareció perder la paciencia y golpeó el suelo con su
bastón. Albus se estremeció y miró a Trece.
—No digas… el nombre de Zero tan a la ligera.
Es desagradable.
*Fwoop*, todos los pelos del
cuerpo se me pusieron de punta.
Tuve la misma sensación que cuando estaba
siendo observado en la Iglesia. La fría mirada que Zero exhibía irritada era
aterradora, pero el terror que la mirada de Trece provocaba en mí estaba en un
nivel completamente diferente del miedo que sentía de Zero.
Zero no tenía malicia alguna. Ella no había
parecido nunca intentar hacer nada, así que no tenía miedo de ella. Los ojos Trece,
sin embargo, estaban claramente llenos de odio. Desprendía una gran intención
asesina, y parecía como si estuviera a punto de derribarme.
Su mirada me dijo que yo no sería capaz de
igualar su poder. El miedo que sentía al ser mirado por un oponente como éste…
Sabía que era bastante lamentable para un tipo
grande como yo tener miedo tontamente, pero yo estaba mucho más allá del punto
de ser capaz de poner una fachada confiada. Albus parecía estar tan asustado
como yo, estaba temblando por todas partes. Si lo bajaba de mi hombro, sus
piernas cederían y se desplomaría en el suelo.
Así que no lo hice.
— ¿El culto de Zero…? ¡Empleáis el nombre de
Zero sin el debido respeto y lo profanan! Este es un crimen imperdonable. El
hecho de que ustedes suplen su nombre con el de una bruja del 'lúgubre luto',
que devora todo conocimiento en una cueva… ¡me enferma!
Rápidamente, Trece chasqueo los dedos en el
aire. En ese momento vi una luz de cobalto cortando el aire y protegí a Zero y a
Albus con mi cuerpo, de espaldas a Trece. No tenía idea de qué tipo de magia
era, sólo sabía que estaba destinado a dañar a Albus.
Sin embargo, ningún aullido de agonía se escapó
de mis apretados dientes.
Nada ocurrió. Yo no los había protegido del
peligro de una manera heroica… de hecho, mis acciones eran bastante impropias viniendo
de mí.
Desconcertado, abrí los ojos. Fue entonces
cuando me di cuenta de que Zero sobresalía por detrás de mi hombro, y estaba
frente a Trece.
—Tú… ¿Por qué-?
—He dicho que este es mi mercenario, Trece.
Si le haces un solo rasguño, te convertiré en una ofrenda por los demonios.
Las manos de Zero estaban emitiendo humo
negro. Ella las sacudió irritada y aplaudió, haciendo un sonido fuerte, para
quitar la ceniza que quedaba en sus palmas. Había sentido como si los hubiera protegido,
pero parecía que en realidad era yo el que fue salvado.
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