1.-Según
google-san “sacrificio de una víctima como ofrenda a una divinidad”.
Parte 1:
Eventualmente, dejé el castillo.
¿Qué era verdadero y qué no? ¿Desde cuándo
perdí la razón, que significa estar cuerdo? Sentía como si mi cerebro se
hiciera puré y flotase en mi cabeza. Pero había algo que sabía que era cierto,
perdí mi derecho a quedarme en el castillo en el momento en que dejé que Zero
se fuera.
Dejé de ser el mercenario de Zero. Peor aún así,
podría haber sido por mi propia voluntad.
El castillo parecía estar construido en la
cima de un precipicio, ya que había una larga escalera descendente fuera de la
puerta lateral. Ese era el único camino que unía el castillo a las tierras
circundantes, comerciantes y sirvientes atravesaban incesantemente este largo y
aburrido camino. Deslizándome entre la corriente de peatones, salí por la
pasarela.
Di un solo vistazo hacia atrás.
"Idiota, ¿quién
hubiera pensado que huirías? Estaba bromeando. Sé más perceptivo."
Podía sentir una leve expectativa de que Zero
viniera persiguiéndome furioso, diciendo esas palabras. Qué tonto de mí.
Al final de las aparentemente interminables
escaleras, había una puerta enorme, donde los guardias me pararon al no
recordar verme entrar. Aunque, cuando mostré el pasaporte que me entrego Trece,
fui capaz de pasar sin problemas. Trece no parecía ser alguien de confianza a
primera vista, pero yo pensaba que lo era mucho. Atravesando la puerta, me
encontré en una inmensa plaza circular con artistas saltando y brincando de
izquierda a derecha, atrayendo a multitud de espectadores y animándolos a tirar
monedas en sus sombreros, como recaudación.
Oh, cierto. Zero dijo que hoy era el día de
la semana de festividad de la diosa. Como se podía esperar de la capital
imperial. Estaba realmente alborotado, incluso más que Foamicaum.
En la mitad de la abarrotada plaza había una
montaña de paja, un tronco grueso brotando de su pico.
Olí el aire del ambiente. Un olor a quemado
impregnaba la plaza. Habían incinerado algo grande aquí. Había claras marcas de
quemaduras visibles en una gran extensión del suelo.
Estaba bastante seguro de que si ese montón
de paja se pusiera en llamas, dejaría marcas como esas.
—…Quemado en la hoguera, ¿eh?
Miré hacia el poste de madera. Sabía que un
sinnúmero de brujas habían sido atadas a ese poste antes. La paja ardería. La
hostilidad se extendería. El calor y el humo envolventes. La aguda y violenta
tos de la bruja y sus gritos agitados. Finalmente, el infierno se extendería a
la ropa de la bruja, su cabello se incendiaría y la multitud soltaría una
alegría clamorosa, era como si pudiera ver que todo sucediera ante mí.
No debería preocuparme por que le ocurriera
eso a Zero, ella estaba bajo la protección de Trece.
…Sin embargo, me sentí extrañamente molesto.
Odio a las brujas. Y creo que sería genial
que exterminasen a todas. ¿Quemarlas en la hoguera? ¿Decapitarlas? Ambas
opciones estaban bien. Tan solo asegúrate que no mueran demasiado rápido. Hasta
hace poco, eso era exactamente lo que opinaba sobre las brujas.
Pero Zero… y también Albus… si fuesen atados
y preparados para convertirlos en cenizas, ¿podría celebrar eso con el resto de
la multitud? Era incapaz de imaginarme a mí mismo haciéndolo.
Odio a las brujas. Pero había excepciones
para ese sentimiento. Aprendí que no todas las brujas eran malvadas. Sin
embargo, tenía miedo de Zero.
Sentía un vago temor a las brujas, además de
otros sentimientos desagradables. Era un prejuicio que no desaparecería.
Era igual que como la agente se asustaba de
mí por ser un caído.
Me rasque la cabeza.
— ¡Para esta estupidez, párala! ¡Solo olvida
este sinsentido!
Se terminó. Ya no era el mercenario de Zero
y, por otra parte, la había traicionado. Ella había renunciado a mí también.
Escupí en el suelo e ignorando las miradas extrañas que obtuve por ser un
gigantón gritando, rápidamente me marche.
—Tendría que estar aliviado. Para empezar, se
trataba de un trabajo absurdo y debería alegrarme, terminó bien. Incluso
conseguí un regalo. –Dije deliberadamente con un tono feliz, y revisé dentro de
la bolsa que llevaba en la cintura. La botella de Trece estaba fría.
Eso era lo que quería. Una forma de volverme
humano… eso era todo.
Había muchos caídos en Prasta, gracias a los
esfuerzos por levantar un ejército. Los residentes parecían estar acostumbrados
a la visión de bestias caídas, ya que no había nadie gritando con mi presencia
o tratando de apuñalarme. Aun así, me puse la capucha de mi capa sobre la
cabeza, ocultando el rostro.
Pronto podré despedirme de esta cara. Puedo
volver a ser humano en cualquier momento.
¿Cuándo, dónde y cómo debería hacerlo?
Esta planificación debería haber hecho que mi
corazón saltase de emoción, pero en cambio mis emociones se sintieron
extrañamente desanimadas mientras lo hacía.
Finalmente, decidí esperar hasta llegar a un
país seguro, antes de convertirme en humano. No podía decir que fuese un buen
plan ser un humano sin poder en Wenias, mientras que el país y las brujas estaban
en guerra.
Debería estar bien simplemente caminar de
regreso a Foamicaum. Las diligencias eran fascinantes y todo, pero sería inútil
si simplemente se negaban a dejarme subir, e incluso si me dejaban, las miradas
de sospecha de los otros pasajeros me harían sentir incómodo.
Los caballos, por naturaleza, se asustan fácilmente.
Esta era la razón por la cual tan pocos conductores de carruajes tirados por
caballos permitían a los caídos montar. Los caballos se asustarían demasiado
para hacer su trabajo, simplemente por estar cerca de uno de nosotros. Odiado
por los seres humanos, odiado por los animales, no tenía un lugar al cual pertenecía,
ya que los de mi propia especie no viven juntos. Esta era la vida de un caído.
Las palabras se desvanecen naturalmente de la
memoria.
Mientras caminaba sola por el sendero, me di
cuenta de que hace unos días, después de haber conocido a Zero y Albus,
habíamos pasado por aquí, charlando como lo hacíamos nosotros. Yo hacía preguntas,
Zero las respondía, y cuando Albus nos interrumpía yo le golpeaba. Ese era el
tipo de intercambio que habíamos tenido, día y noche, una y otra vez.
Sí. Es justo como
dijiste, Zero. Fue divertido mientras duro.
Y el silencio que había perdido no hace mucho
tiempo regresó, inesperadamente más pesado que antes.
"…Hey
mercenario, déjame a mí también subirme a tus hombros. ¡No es justo que Zero lo
haga siempre y yo no!"
"¿Por
qué tendría que dejar a alguien que quiere mi cabeza acercarse tanto a
ella?"
"¡Solo
por hoy, no lo hare! ¡Prometo que no intentare nada! Hey, déjame sentir tu
piel. Ayer estaba sucia, pero ahora está esponjosa, ¿no? ¡Venga, Zero! ¡Cambia
conmigo!"
"Soy
la dueña de este mercenario y una dama encantadora. Es decir, este es mi
asiento, y no te lo cederé."
"¿A
quién estas llamando asiento? No creas que no te tirare al suelo, bruja
estúpida."
Sonreí con aquellos recuerdos.
El niño llorón y la mujer arrogante, no
importaba cuanto les gritase o lo que pudiera hacer, ninguno pensó mal de mí
por ello. Tenía que haber alguien así en mi vida antes que ellos, ¿verdad? Pero
al tratar de pensar en alguno, me di cuenta que era inútil. La respuesta era
obvia. No había conocido a ninguna persona como ellos.
Lo que significaba, que los únicos que me
habían tratado como a un igual en toda mi vida, fueron una bruja y un
hechicero, ambas las clases de personas que más odiaba. Bueno, fueron las
brujas las que crearon a los caídos, pero pensé que era muy irónico.
Suspirando, miré hacia el cielo.
Recordé cuando Zero entrecerró los ojos y
dijo "el cielo sí que es azul".
Ella dijo que nunca antes había dado un paso fuera de la cueva donde nació y
creció.
Y allí se había quedado sola, después de que
Trece se fuese.
"Trece
y yo. Todas las brujas de la cueva fueron asesinadas, excepto nosotros
dos."
Me estremecí al pensarlo.
Ella vivió en aquella cueva, donde sus
compañeros murieron, por diez años. ¿Qué tan sola se sentiría ella simplemente
esperando el regreso de Trece, sin tener la oportunidad de conversar con otro
ser vivo?
En la cueva donde vivió Zero, ¿Había un cielo
azul al que mirar?
El cielo que estaba viendo ahora mismo, era
el del mismo color azul que siempre, pero de alguna forma, parecía distinto al
de antes.
En carro se tardaría medio día en llegar a
Foamicaum… así que para mí, sería un día y medio a pie.
Llegó la noche antes de que pudiera llegar a
las puertas de la ciudad, así que encendí un fuego y me preparé para acampar
por la noche.
Apoye la cabeza en la mochila y cerré los
ojos.
"Mercenario."
De pronto, escuche la voz de Zero. No había
confusión posible, se trataba de una alucinación, pero me había llamado con
tanta frecuencia que hacía eco en mis oídos.
Cuando ella me llamaba, yo le respondía. Como
si dijera lo divertido que le resultaba eso, me llamó, me habló y me pidió
innumerables veces mi opinión.
"Vayamos
juntos."
Nunca olvidaré la cara de Zero en el momento
en que rechacé su petición.
Me levanté.
Las palabras atrapadas en mi estómago seguían
agitándose, todas confusas.
—Mierda…
No estaba seguro de porqué, pero no fui capaz
de disculparme. No pude jurar que no dudaba de ella. No pude jurar que
mantendría nuestro contrato hasta el final, que yo no iba a ir a ninguna parte…
no pude decir ninguna de esas cosas.
Ya era demasiado tarde de todas formas. ¿Cómo
podría volver con ella ahora? Después de darme cuenta de este hecho, ni
siquiera quería tomar un mísero aliento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario