Capítulo 6: Hechizo prohibido.

Parte 3:
Por fin, alcancé la cima de la torre. Extendí la mano hacia la repisa de una ventana mucho más grande que las que me había encontrado más abajo y me levanté cuidadosamente. Había una plancha de hierro martilleada en el muro de piedra, de forma que impedía ver el interior de la torre.
La habitación estaba a oscuras, iluminada solo con velas, ¿no?
Descansando en el alféizar de la ventana, miré alrededor del exterior de la torre… Había un nido de pájaro encaramado allí. Parece que me ha tocado el premio gordo. Traté de recuperar un poco de sensibilidad en mis entumecidas manos, apretándolas y abriéndolas, y luego trepé hacia el techo de la torre, ligeramente inclinada. Las tejas de la azotea estaban muy gastadas por el viento y la lluvia, arranque algunas y golpeé ligeramente la base del techo. Parecía frágil, perfecto para lo que tenía en mente.
Si había algún beneficio en nacer como un caído, este sería nuestra extraordinaria condición física. Si corriese a toda velocidad, ningún hombre podría alcanzarme, y un puñetazo con todas mis fuerzas podría convertir un árbol en astillas. En cuanto a una piedra quebradiza… bueno, suponía que estaba dentro de mis límites.
—Uno, dos… ¡Tres!
Apretando el puño, reuní toda la fuerza que pude en un único golpe contra el techo. Debí de haber sobreestimado la dureza del tejado, ya que ese golpe fue suficiente para hacer que el techo no pudiese aguantar más mi peso.
—Mierda, se está desmoro-
Antes de que pudiera terminar de hablar, me cae dentro de la torre, acompañado por una lluvia de escombros.
— ¡Agh…!
De alguna manera logré contener un grito, aunque no me encontraba en un estado presentable. Poco a poco fui apartando el montón de escombros, miré hacia el agujero en el techo.
— ¡Hey bruja! Estoy aquí-
Mientras trataba de levantarme, vi frente a mí una hermosa cara que me llenó de temor.
…para salvarte. Las palabras se atascaron en mi garganta.
Zero me miraba con una expresión extraña, similar a estar reprimiendo la risa, pero también a punto de llorar. Un momento después, sin embargo, una mirada rígida borró su expresión.
— ¿…H-hola…?
En un abrir y cerrar de ojos, Zero agarró mi rostro con una fuerza ilógica para su tamaño, lo cual ya me esperaba. Cuando ella forzó mi cabeza hacia arriba, sentí como si entendiera la situación de las doncellas que eran maltratadas por rufianes.
— ¿Por qué estás aquí?
— ¿Huh?
—Estoy preguntando porque has venido… ¡Idiota!
— ¡A-argh!
Se abalanzó sobre mí. Caerme no había sido suficiente para hacerme gritar, pero esto… Como era tan inesperado, no tenía ni siquiera el tiempo para prepararme para el impacto.
— ¡¿A qué demonios ha venido eso?! ¡¿Solo con verme no puedes darte cuenta que vine a rescatarte?!
—Menudo rescate… ¡está claro ahora! ¿Quién te lo pidió? ¿Quién te contrató para hacer esto? ¡¿No entiendes que te engañaron?! ¡Vuelve por dónde has venido en este instante! ¡Es una trampa de Trece!
—Volver por donde he venido… eso no es tan simple. ¡¿No viste cómo caí por el tejado?! ¡No estoy aquí porque alguien me lo pidiera, ni por algún contrato! De todas formas ¡¿qué dices sobre que esto es una trampa?! ¡¿Y qué si estoy atrapado en ella?! ¡¿No es Albus el objetivo?!
—No tengo porque explicártelo, tan solo necesitas saber que tu ayuda no es necesaria. Si llegaste hasta aquí escalando por la pared, ¡entonces márchate de la misma forma! Al fin y al cabo, ya no eres mi mercenario.
Como si escupiera las palabras, me empujó. Pase de estar sentado a estar medio de pie y la miré fijamente.
— ¡Si, eso es cierto! ¡Y todo esto es gracias a que tu "colega" Trece me engaño! Por eso he vuelto… para disculparme. ¡He trepado por un acantilado que parecía no tener fin, con nada más que dos cuchillos para llegar hasta aquí! ¡Y se me han destrozado mis preciadas garras!
Le mostré a Zero mis dedos mutilados goteando sangre, haciendo una mueca de dolor. Pero Zero se negó a reconocerlo y permaneció tan impasible como siempre.
—Puede que Trece te influenciase con su hechicería en ese momento. Sin embargo… la causa estaba en tu interior. Me tenías miedo. ¡Lo único que hizo Trece fue avivar tus dudas y tu temor!
— ¡Eso era exactamente lo que pasó! Estaba asustado e inseguro. ¡¿Pero de que otra forma me podía sentir?! ¡Es inútil decirme que no me asuste de las brujas, y decirle a un mercenario que no desconfié de los demás, es igual que decirle que se muera! ¡Incluso así, todavía fui y subí una descomunal pared únicamente para volver contigo! ¡¿No pensarás en ello y quizás me des una pequeña recompensa o un mero cumplido, ama?!
Me había reducido a suplicarle que me llevara de vuelta. Sin embargo, poseía la fuerza de voluntad para postrarme a sus pies y pedir perdón. No, más bien tenía que hacerlo, pero...
¿…Podría convencerla?
El rostro de Zero era sólido como una roca, y pude sentir el odio en sus ojos mientras me miraba fijamente. Parecía que Zero me había abandonado completamente. No era como si no estuviera preparado para esta posibilidad, como si pudiera soportarlo… Pero había venido hasta aquí. Al menos, tenía la obligación de llevarla a ver a Albus.
—De acuerdo… lo pillo… lo siento. Pero hay algo importante que debo decirte-
*Plink*, una gota de agua tibia salpicó mi mano. Pensando que era lluvia, levanté la vista hacia el cielo. Y entonces, me di cuenta de que estaba equivocado.
Zero se puso frente a mí. Su expresión era todavía increíblemente fría, y aún podía sentir en sus ojos de amatista el odio que sentía hacia mí. Sin embargo, las lágrimas fluían de ellos, gota a gota. Trazando líneas por sus mejillas y su mandíbula, cayeron en mi mano.
Por un breve momento, no me di cuenta que las gotas que humedecían mi mano eran lágrimas.
— ¿En qué estado... crees que te dejé ir?
— ¿…Q-qué…?
— ¿En qué estado... crees que te dejé marchar? ¿Qué tan frustrante crees que fue que Trece te alejase de mí? ¡Habría sido fácil mantenerte a mi lado, pero como a ti no te gustaban las brujas e incluso me temías... yo-!
—Hey-
— ¡Dejarte escapar…!
Su exterior helado se rompió, su expresión se desmoronó, y ella cayó contra mí, agarrándose a mis hombros.
— ¡¿Por qué volviste?! … ¡Aunque me despreciabas… y me temías!  ¿Qué es lo que buscas? ¿Qué es lo que deseas? ¿Qué podría darte yo? ¡¿Por qué estás haciendo esto por mí…?!
—Por favor… –Murmuró Zero.
— ¡No me vuelvas a dejar…!



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