Prólogo — La Santa de Arcadia


—Qué niña inútil eres.
Recordé lo espantoso que era oír a mi celadora[1] decir esas palabras, y luego casi de inmediato suspirar.
Cada vez que uno de nosotros, niños, fallábamos de alguna manera o no intentábamos dar nuestro mayor esfuerzo por temor al fracaso, nuestra celadora maldecía al culpable, llamándolo "inútil", y lo dejaría sin comer como castigo. Desde su rincón en la esquina, todo lo que ella podía hacer era ver cenar a los otros su trozo de pan. No importaba si se desmayase de hambre, una vez terminada la comida, la golpearían hasta que se pusiese de pie y lavase, ella sola, los cubiertos de todos los demás.
Esa era indudablemente la forma que tenía la celadora de demostrarnos su amor.
Los huérfanos también, una vez que salieran del orfanato como adultos, tendrían que vivir por si solos. Por eso fue que ella eligió y atormentó a la más inútil de nosotros. Buscaba grabar en nosotros, los huérfanos, la idea de que si no pasábamos la vida trabajando y siendo útiles a los otros, también terminaríamos recibiendo el mismo trato.
Pensándolo ahora, era un método verdaderamente eficiente. Todos nosotros en el orfanato trabajábamos desesperadamente cada día, y ni uno solo de nosotros se atrevía a holgazanear.
Pero incluso entonces, por muy desesperadamente que trabajáramos, siempre habría alguno más lento que el resto.
Por ejemplo, mi yo más joven.
—Eres una niña muy tonta, lo eres. ¡Más inútil que cualquier otro niño!
—Lo siento. –Le rogué perdón. Cada vez que lo hacía, sentía como si mi corazón se acercara más a la muerte.
—Es porque eres tan tonta e inútil que tu madre y tu padre sufrieron tanto y-
…murieron.
Los dos habían enfermado.
Fui a buscar a un médico, incluso mientras las lágrimas humedecían mis mejillas, pero ningún médico se reuniría con la hija de unos pobres.
Traje a mis padres la fruta que había buscado en el bosque y el pan que había robado desesperada, pero ya no tenían fuerzas para comer nada de lo que les llevaba. Quería cocinar un guiso suave para ellos, pero no tenía idea de cómo encender un fuego.
La segunda vez que intenté robar, fui atrapado. Una paliza cruel me llevó a no robar de nuevo.
Todo lo que podía hacer era traer a mis padres el agua que yo sacaba del pozo, y ver cómo se debilitaban día tras día–
—Inútil.
La palabra que mi celadora había disparado se hallaba alojada en el fondo de mi corazón, incluso ahora. Se había enraizado y se había negado a marcharse.
Podría haber salvado a mis padres si hubiera sido un ser humano más útil. Yo era responsable de la muerte de mis padres. Maté a la madre y al padre que amaba y quería.
Tengo que ser útil para alguien. Tengo que encontrar un trabajo que hacer.
Si yo ayudo a más gente, estoy seguro de que incluso mis padres fallecidos…

…Mientras ese sea mi objetivo…
…unos pocos sacrificios no importan.


1.- Persona que se encarga de la vigilancia y el cuidado de los niños en orfanatos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario